Desde hoy mismo a las 3 de la tarde estoy oficialmente de vacaciones. Nada menos que hasta el 7 de enero. Vacaciones largas y merecidas.
Estoy cansada, mucho trabajo últimamente. Muchas prisas para todo. Muchos días sin parar desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche. Sin tiempo para nada que se salga de mi milimetrado horario. Un desajuste de 5 minutos y toca ir corriendo a todas partes desde después de comer hasta que consigo sentarme a cenar, nunca antes de las once de la noche... Y de repente dos semanas de relax.
Se supone que debería estar contenta, sobre todo teniendo en cuenta que hay muchos a los que les toca pringar durante las navidades por entregas de última hora o normativas sorpresa que deben entrar en vigor el 1 de enero... Soy una afortunada.
Pero no me siento afortunada. De hecho, al volver hoy a casa en el tren, parecía que se me había muerto el canario, entre el gripón que me tiene la nariz como un pimiento morrón y la tontería inexplicable que me ha dado.
Después de darme un par de tortazos virtuales a mi misma (pam-pli-nas!!) he llegado a una conclusión sencilla: dos semanas sin aparecer por el curre también son dos semanas sin mis pimpameros. Y después de la cena de boicot navideño (que ya es una institución inamovible de todas nuestras navidades) que hicimos el viernes pasado, pues con más razón.
Así que si alguno lee esto y se siente generoso, enviadme algún mail o algún mensajillo al móvil (una llamada ya sería la leche!!). Total, basta con algo parecido a "petarda!!... que te echamos de menos en los desayunos!" ¡Aunque sea mentira!
:)
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