Empecemos dejando las cosas claras: nunca me ha gustado el fútbol. Siempre me ha parecido un auténtico martirio tener que soportar un partido por la tele, y he sido capaz incluso de irme a dormir a las ocho de la tarde con tal de no tener que quedarme sentada en el sofá sufriendo semejante tortura. Porque ver y escuchar un partido por la tele es eso, una tortura china.
Hace unos años descubrí con sorpresa que la cosa cambia drásticamente cuando una se desplaza hasta el campo. Sentada en el Camp Nou entre auténticos hinchas profesionales (los hay que incluso se llevan fundas de ganchillo para cubrir las butacas, su visera y su manta tricotada de lana gruesa, todo con los colores de su equipo, más su nevera de cámping y su radio a pilas con pinganillo incluído) comprové que se puede pasar un buen rato si el ambiente acompaña, a pesar incluso de que los veintidos individuos de pantalones cortos sigan a su rollo sobre el césped igual que se les ve hacer por la tele.
A causa del fútbol tengo que dar las gracias a los dioses, ya que anoche lloré de la risa viendo un partido, cosa que no habría creído posible ni en la peor de mis pesadillas. Y es que ahora resulta que no solo no se han fundido a España en cuartos (como pasa siempre), sino que el domingo va a jugarse la Eurocopa contra Alemania... Estará contento el dueño del Media Markt.
(http://www.eurocopafutbol.com/mediamarkt-ya-esta-devolviendo-el-dinero-a-los-clientes-por-pasar-de-cuartos/)
Así las cosas, anoche también descubrí que lo mejor es bajar el volumen de la tele por completo cuando dan un partido. Yo que pensaba que nada en el mundo podría conseguir que el fútbol televisado pasase de la megacategoría de martirio a la minicategoría de agobio, y parece ser que la culpa de todo era de José Ángel de la Casa.
Ahora bien, para mi el fútbol sigue siendo ese gran desconocido... Y es que hay cosas que no entiendo, y no me refiero al fuera de juego, gracias chicos (el fuera de juego se produce cuando un jugador del equipo A recibe el esférico y no hay ningún jugador del equipo B -normalmente el portero- entre el susodicho receptor y la portería). ¿Dónde está la gracia de ver a unos tíos que se pasan el rato a trote cochinero (no se vayan a cansar corriendo), que se quejan por cualquier toquecito de nada como si les estuvieran destripando vivos, y que no son capaces de colar una pelota entre tres palos enoooormes en nada menos que noventa minutos?!
Total, que si el domingo me entero de la hora del partido (no hay problema, los gritos de mis vecinos son infalibles) me pondré el fútbol a ver si me aclaro. Al final va a resultar que la cosa no es tan mala como la pintan. Misterios de la humanidad...
Así las cosas, anoche también descubrí que lo mejor es bajar el volumen de la tele por completo cuando dan un partido. Yo que pensaba que nada en el mundo podría conseguir que el fútbol televisado pasase de la megacategoría de martirio a la minicategoría de agobio, y parece ser que la culpa de todo era de José Ángel de la Casa.
Ahora bien, para mi el fútbol sigue siendo ese gran desconocido... Y es que hay cosas que no entiendo, y no me refiero al fuera de juego, gracias chicos (el fuera de juego se produce cuando un jugador del equipo A recibe el esférico y no hay ningún jugador del equipo B -normalmente el portero- entre el susodicho receptor y la portería). ¿Dónde está la gracia de ver a unos tíos que se pasan el rato a trote cochinero (no se vayan a cansar corriendo), que se quejan por cualquier toquecito de nada como si les estuvieran destripando vivos, y que no son capaces de colar una pelota entre tres palos enoooormes en nada menos que noventa minutos?!
Total, que si el domingo me entero de la hora del partido (no hay problema, los gritos de mis vecinos son infalibles) me pondré el fútbol a ver si me aclaro. Al final va a resultar que la cosa no es tan mala como la pintan. Misterios de la humanidad...